El moho inteligente que podría inspirar las nuevas ciudades

Future Fiction Magazine
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Un nuevo actor inesperado podría revolucionar el diseño urbano: un organismo sin cerebro llamado moho de lodo (slime mold). Esta masa amarilla y viscosa, con más de 600 millones de años de antigüedad, ha demostrado una inteligencia biológica sorprendente: encuentra las rutas más cortas entre múltiples puntos, optimiza recursos y mantiene redes resistentes. Ahora, una startup llamada Mireta, con sede en Cambridge (EE. UU.), quiere traducir ese comportamiento natural en algoritmos para planificar ciudades más eficientes y adaptables.

El cofundador de Mireta, Raphael Kay, ingeniero y doctorando en Harvard, explica que el objetivo es replicar la forma en que el moho distribuye energía y recursos, aplicándolo a sistemas humanos: desde rutas de transporte y carriles bici hasta la disposición de redes eléctricas o cadenas de suministro industriales. A diferencia de los métodos tradicionales, su software puede integrar variables como inundaciones, tráfico o presupuestos limitados, buscando soluciones sostenibles inspiradas en la naturaleza.

El modelo biológico ya ha demostrado su eficacia: en 2010, un experimento con el mapa de Tokio mostró que el moho reprodujo casi exactamente la red ferroviaria real de la ciudad, eliminando rutas innecesarias. Ese hallazgo motivó a científicos de todo el mundo a usarlo para resolver laberintos, mejorar carreteras e incluso modelar la materia oscura del universo.

Sin embargo, no todos están convencidos. Urbanistas como Geoff Boeing advierten que los problemas de las ciudades no son solo técnicos, sino también políticos y sociales. Saber cómo hacer una red eficiente no implica poder construirla en un contexto real. Otros expertos ven potencial, pero temen que los algoritmos refuercen el planeamiento desde arriba, alejando a las comunidades.

Mireta responde que su enfoque es lo contrario: un modelo orgánico, descentralizado y colaborativo, donde las ciudades crezcan como lo hace el moho —desde múltiples puntos, conectando lo útil y dejando morir lo innecesario.

Lee el artículo completo de Elissaveta M. Brandon en MIT Technology Review.

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