El crecimiento de la energía solar ha traído consigo un riesgo inesperado: los ataques cibernéticos a infraestructuras energéticas. Recientes investigaciones han demostrado lo sencillo que puede ser para un hacker acceder a los sistemas de paneles solares conectados a la red eléctrica, con el potencial de alterar su equilibrio y causar apagones masivos.
El consultor de ciberseguridad Vangelis Stykas ha demostrado cómo, desde su casa en Grecia, logró eludir los cortafuegos de paneles solares en todo el mundo con solo un portátil y un móvil. Esta vulnerabilidad se suma a la creciente ola de ciberataques en el sector energético: en los últimos dos años, los incidentes semanales contra empresas de servicios públicos se han duplicado, y la Unión Europea ha registrado más de 200 ataques contra infraestructuras críticas.
Los motivos detrás de estos ataques varían, desde el robo de datos y el pago de rescates hasta estrategias bélicas, como las observadas en la guerra de Ucrania. Casos como el de Japón, donde hackers robaron datos bancarios a través de dispositivos de monitoreo solar, evidencian la gravedad del problema.
Para mitigar estos riesgos, la OTAN y la Unión Europea han realizado simulacros como Locked Shield y Cyber Europe, mientras que la Comisión Europea ha impuesto normativas para reforzar la seguridad en un plazo de 18 meses. Sin embargo, la rápida expansión de las energías renovables plantea un dilema: garantizar la seguridad sin frenar la transición energética.
Con actores como Rusia y China en el centro de los ciberataques, la seguridad de las infraestructuras energéticas se ha convertido en una cuestión geopolítica clave. ¿Podrá el mundo avanzar hacia una energía limpia sin comprometer su seguridad?
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