La revolución digital no solo está transformando cómo trabajamos, aprendemos o nos comunicamos, sino también cómo deseamos. Según un reciente análisis, la tecnología está reescribiendo nuestra vida erótica a un ritmo sin precedentes. Desde las apps de citas y las plataformas como OnlyFans hasta los compañeros de inteligencia artificial y la pornografía hiperrealista, lo digital está moldeando nuestros instintos más primitivos, esos que nacen en las zonas más antiguas del cerebro.
El fenómeno tiene dos caras. Por un lado, adultos que encuentran en las interacciones con IA un tipo de excitación “sin esfuerzo”, donde la novedad nunca se agota y la vulnerabilidad desaparece. Para muchos terapeutas, reavivar la pasión entre humanos se ha vuelto un desafío, pues es más fácil desnudarse ante un algoritmo que ante una pareja real.
Por otro lado, las generaciones más jóvenes —criados en un entorno saturado de estímulos sexuales digitales— enfrentan una desconexión más profunda. Muchos nunca han experimentado la atracción humana en su forma más directa, y cuando lo hacen, tienden a replicar comportamientos aprendidos de los contenidos que consumen: sexo performativo, agresivo y poco emocional. Como advierten los expertos, una vez que se forma el “mapa del amor” de una persona, es muy difícil reprogramarlo.
El riesgo no es moral, sino existencial. La tecnología está capturando el circuito del deseo y, al hacerlo, amenaza con reducir la empatía, la vulnerabilidad y el apego que sostienen las relaciones humanas. No se trata de condenar la sexualidad digital, sino de integrarla con conciencia y diálogo. Ignorar cómo la IA y los algoritmos están colonizando el deseo no es neutralidad: es negligencia. Si el erotismo humano es un lenguaje en extinción, el momento de discutir su traducción al futuro es ahora.
Más información en el artículo de Monica Vilhauer para Psychology Today.