Tom Brady confesó que Junie, su actual pitbull mestiza, es un clon de Lua, la perra que tuvo con Gisele Bündchen y que murió en 2023. El exastro de la NFL lo contó a People y explicó que se usó una muestra de sangre tomada a Lua antes de fallecer. La clonación la realizó Colossal Biosciences, firma de biotecnología en la que Brady invierte y que se hizo famosa por anunciar proyectos de desextinción como el del lobo gigante. El anuncio coincide con la compra de ViaGen Pets and Equine, compañía estadounidense que clona mascotas y que heredó tecnología del Instituto Roslin, cuna de la oveja Dolly.
Brady se suma a una lista de celebridades que se resisten a despedirse de sus animales. Barbra Streisand clonó a su perra Samantha y obtuvo dos crías genéticamente idénticas. Paris Hilton replicó a Diamond Baby. Diane von Fürstenberg y Barry Diller pagaron 90.000 euros para clonar a su Jack Russell. El caso más singular es el del presidente argentino Javier Milei, que habría replicado a su mastín Conan y alimenta un relato místico alrededor de sus perros.
La clonación de mascotas, antes tema de ciencia ficción, es hoy un servicio premium que aprovecha el vínculo afectivo con los animales. La práctica abre preguntas éticas y prácticas. Un clon no reproduce la memoria ni el carácter vivido. Los costos elevados refuerzan la idea de un duelo de lujo. Persisten dudas sobre bienestar animal, sobreproducción de crías portadoras de la misma línea genética y sobre la conveniencia de desviar recursos frente a la crisis de abandono.
El movimiento de Colossal y ViaGen sugiere un negocio en expansión que mezcla nostalgia, biotecnología y marketing. La promesa de Brady es emotiva. La discusión pública apenas empieza y toca ciencia, economía y la forma en que elegimos recordar.
Más información en el artículo de Nerea Basterra Gonzáles para El País.
