¿Es posible alcanzar mil millones de reproducciones en plataformas como Spotify sin tener un solo fan real? Según el FBI, sí. El caso de Michael Smith, un empresario estadounidense ahora acusado de fraude, revela cómo la inteligencia artificial y el streaming pueden ser usados para fabricar “éxitos” musicales fantasmas que reportan millones en regalías sin generar audiencia alguna.
Todo comenzó con una colaboración aparentemente inocente entre Smith y el productor Jonathan Hay. Juntos lanzaron un álbum de jazz que, tras su relanzamiento en 2018, sorprendió al alcanzar el primer lugar en las listas de Billboard. Pero la alegría duró poco: el disco desapareció súbitamente del ranking y nadie hablaba de él en redes. Sin fans, sin críticas, sin rastros. Solo millones de escuchas provenientes de países lejanos como Vietnam.
La explicación llegó años después. Smith fue arrestado en 2024, acusado de usar bots y cuentas falsas para reproducir miles de canciones generadas por inteligencia artificial y firmadas con nombres ficticios. Las pistas eran producidas en masa a través de plataformas como Boomy y luego distribuidas con el único objetivo de cobrar regalías por streaming. El fraude habría superado los 10 millones de dólares.
Este escándalo no solo expone las vulnerabilidades del modelo económico del streaming, sino que plantea preguntas profundas sobre el valor de la música en la era digital. ¿Qué ocurre cuando el éxito ya no se mide por la conexión humana, sino por la cantidad de clics que un algoritmo puede replicar?
Mientras Smith enfrenta hasta 60 años de cárcel, el caso se convierte en símbolo de una industria atrapada entre la automatización, la falta de regulación y una economía creativa que ya no necesita fans para generar dinero. El streaming fraudulento con IA ya no es una anécdota: es una tendencia. Y este podría ser solo el comienzo.
Más información en el artículo de Kate Knibss para Wired.