Plantar un árbol en el desierto es, casi siempre, un acto de fe. La mayoría no sobrevive al primer verano. Pero una startup israelí, TreeSoil, ha ideado una solución poética y radical: refugios biodegradables impresos en 3D que protegen a los árboles jóvenes hasta que pueden sobrevivir solos. Luego, esos refugios se deshacen lentamente y se convierten en alimento para el suelo.
El proyecto, desarrollado por el Technion Institute y el Weizmann Institute of Science, combina robótica, materiales locales y algoritmos climáticos para crear microclimas personalizados. Cada estructura, hecha de tierra, arcilla, arena y fibras vegetales, se diseña según la radiación solar, el viento y la humedad del sitio. Así, cada pequeño refugio —una especie de útero de barro— puede reducir la temperatura interna hasta 10 °C y conservar la humedad durante las horas más críticas.
Durante los ensayos en zonas semiáridas de Israel, los árboles protegidos por TreeSoil mostraron tasas de supervivencia mucho más altas que los plantados sin protección. Después de unos 18 meses, cuando las raíces ya se han afirmado, la estructura se descompone por efecto de la lluvia y los microorganismos, cerrando el ciclo sin residuos ni mantenimiento.
Más que una innovación tecnológica, TreeSoil propone una nueva filosofía de construcción: la arquitectura temporal como aliada de la regeneración ecológica. En lugar de levantar estructuras eternas, plantea edificar lo justo y necesario, para luego desaparecer.
En tiempos de crisis climática y desertificación acelerada, esta idea cobra una potencia simbólica enorme: construir para desaparecer, dejar que la materia vuelva a la tierra y que el futuro (literalmente) eche raíces.
Más información en el artículo de Gianluca Riccio para Futuro Prossimo.