Mazda quiere mover el tablero con un concepto provocador: un coche de emisiones negativas. El Vision X-Coupé, híbrido enchufable de 510 caballos, combina un motor rotativo biturbo de dos rotores con un sistema llamado Mazda Mobile Carbon Capture y un biocombustible neutro en carbono elaborado con microalgas y aceite de cocina reciclado. La promesa es ambiciosa: en lugar de expulsar dióxido de carbono, capturarlo mientras circula.
La idea de atrapar CO2 no es nueva, pero su logística es compleja. A presión y temperatura ambiente, 44 gramos de CO2 ocupan 22,4 litros. Comprimir ayuda, aunque añade peso, energía y costos. Mazda argumenta que el tamaño compacto del rotativo facilita integrar depósitos y hardware de captura, y que sus avances de eficiencia térmica cercanos al 50 por ciento vuelven viable el tren motriz. El X-Coupé funcionaría como demostrador de una estrategia en la que el combustible ya es neutro y, además, el vehículo retira carbono del aire.
El contexto importa. Con normativas que aprietan y una transición aún irregular hacia el eléctrico puro, varias marcas exploran rutas intermedias. Porsche y otros fabricantes llevan años probando e-fuels y diseños alternativos. En Japón, Mazda ya compite en Super Taikyu con mezclas derivadas de microalgas, mientras Toyota ensaya hidrógeno. El mensaje es claro: diversificar tecnologías para ganar tiempo y reducir huellas hoy, no solo en 2035.
La pregunta incómoda es económica y de escala. Capturar, comprimir, almacenar y gestionar CO2 a bordo requiere energía y una cadena de valor que aún no existe para millones de coches. ¿Tiene sentido más allá de flotas piloto o nichos? Mazda sugiere que sí y que este concepto prefigura productos futuros. Si consigue convertir cada kilómetro en un pequeño sumidero, no solo venderá un deportivo distinto. Habrá reescrito las reglas del automóvil descarbonizado.
Más información en el artículo de Raymond Blancafort para SoyMotor.