Dinero entre especies: economía para salvar la biodiversidad

Future Fiction Magazine
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En Ruanda, la ceremonia Kwita Izina bautiza cada año a los bebés gorila y celebra su agaciro, la dignidad que guía el desarrollo del país. Sobre ese símbolo se ensaya una idea audaz: dinero entre especies. El plan asigna identidad digital y una billetera a animales, registra sus preferencias con inteligencia artificial y ordena pagos móviles a vecinos que cuidan su bienestar. En agosto de 2024 se realizó el primer pago a una familia de gorilas del Parque de los Volcanes.

El cálculo es disruptivo. La organización Tehanu estima que la población de gorilas vale unos mil cuatrocientos millones de dólares, alrededor de diez por ciento del PIB de Ruanda. Ese valor no busca acumularse en los animales, sino circular como capital básico universal para financiar sensores, vigilancia contra cazadores, restauración de bosques y empleos locales. La lógica es simple: si la naturaleza ya se monetiza, elevar el costo de destruirla puede salvarla.

Para escalar, promotores reunidos en la iniciativa 17 Rooms proponen llevar el modelo a cien especies para 2030, respaldarlo con filantropía y bancos de desarrollo y crear un Banco para Otras Especies que gestione infraestructura no humana. La tecnología necesaria existe: reconocimiento de rostros y marcha para identificar animales, inteligencia artificial para inferir preferencias y redes distribuidas para verificar datos.

Los obstáculos no son menores. Hacen falta normas que prevengan robos, definan titularidades y seleccionen tutores responsables. También se requieren salvaguardas éticas que eviten la captura corporativa y respeten a las comunidades. Quienes rechazan poner precio a la vida recuerdan riesgos de mercantilización. Sus defensores responden que hoy la monetización ignora a los no humanos y que este esquema podría redistribuir miles de millones, fortalecer la reciprocidad entre especies y anclar una economía planetaria basada en cuidado compartido y dignidad.

Más información en el artículo de Nils Gilman y Mutesi Rusagara para Brookings.

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