Argentina volverá a escribir su nombre en la historia espacial. El microsatélite Atenea, desarrollado por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) junto con tres universidades públicas, dos institutos de investigación y la empresa aeroespacial VENG, fue seleccionado por la NASA para integrarse a Artemis 2, la misión que llevará nuevamente al ser humano a la Luna en febrero de 2026. Será el único satélite latinoamericano a bordo, un logro mayúsculo en medio del desfinanciamiento que atraviesa la ciencia argentina.
Atenea mide apenas 30 x 20 centímetros y tiene una tarea crucial: probar tecnologías argentinas en condiciones extremas, desde sensores de radiación solar hasta sistemas de comunicación de largo alcance. Su órbita elíptica lo llevará a más de 70.000 kilómetros de la Tierra, el doble de un satélite geoestacionario, lo que convertirá la misión en un verdadero desafío técnico.
El proyecto reúne a especialistas de la Universidad Nacional de La Plata, la Universidad de San Martín, la UBA, la CNEA y el Instituto Argentino de Radioastronomía, además de la empresa VENG, que ensamblará los componentes finales antes del lanzamiento desde Cabo Cañaveral. Los paneles solares, las antenas y los sistemas electrónicos fueron íntegramente diseñados en el país, reafirmando el potencial científico argentino pese a la precariedad presupuestaria.
El contraste es contundente: mientras el gobierno de Javier Milei recorta fondos y miles de investigadores pierden sus empleos, la comunidad científica argentina logra insertarse en una de las misiones más ambiciosas de la humanidad. Los expertos subrayan que proyectos como Atenea no solo generan conocimiento espacial, sino que derraman innovación hacia la vida cotidiana, como ocurrió con las tecnologías del satélite SAC-D, que permitieron fabricar etilómetros para medir alcoholemia.
Más información en la nota de Nadia Luna para El País.
